El protagonista, Juan Montilla, es asesor del presidente del Gobierno de España en 2025, aunque en un futuro distópico. El mundo está inmerso en la III Guerra Mundial, pero los gobernantes, en general, y el español, en particular, están más interesados en perpetuarse en el poder y en liderar la lucha contra el terrorismo internacional. Juancho Miranda, el presidente, y Montilla, el asesor presidencial, son amigos desde la universidad; lo que empezó en aquellos tiempos como un desafío y un afán de cambio y renovación política se convirtió, con el paso de los años, en un puesto perpetuo para Miranda y en una decepción para Montilla.
Es un futuro en el que la tecnología está muy avanzada; se invierte muchísimo en I+D para armamento y para control de masas, para mejoras cosméticas y físicas, incluso para intelectuales. Los ciudadanos están siempre vigilados, mediatizados, alienados, y los pocos que se resisten son considerados peligrosos.
Montilla, el más cercano al presidente, el responsable de encandilar al país (o de engañarlo, según sea el caso) con discursos y vídeos, empieza a albergar dudas sobre su propio desempeño; con el tiempo, las antiguas metas se alcanzaron, las nuevas se desdibujan, la ilusión se ha ido, el futuro no es prometedor. En medio de las dudas, el asesor es chantajeado por un grupo de traidores al Gobierno: debe matar a Miranda o morir él, porque, de un modo u otro, van a terminar con ese régimen caduco e implantar otro en el que la élite gobierne eternamente mediante la clonación, reservada solo para ellos. Montilla, por supuesto, cede a las presiones; siempre ha sido un cobarde.
De la nueva camarilla de fieles a Miranda despunta uno, Chaqués, empalagoso y ególatra, que rápidamente se encarama al puesto de vicepresidente. Desde allí, su ambición le acerca a Montilla, quien se finge su amigo únicamente para conocer sus intenciones. El nuevo plan urdido por Chaqués en connivencia con Miranda no es sino el que pretendía implantar el grupo de traidores: desarrollar la clonación con todo tipo de objetivos, entre ellos, la perpetuidad de la élite que gobernará el mundo.
A medida que pasa el tiempo y se suceden los acontecimientos, los dos amigos están más enfermos; Montilla sabe que le queda poco, pero se resiste a clonarse; Miranda, acabado por las drogas y la mala vida, sí está preparando un nuevo cuerpo en el que perpetuarse.
Y Montilla sigue viviendo en la duda, cada vez más convencido de que el tiempo de ambos, el propio y el de Miranda, ha terminado; pero ¿qué llegará después? ¿Será mejor o peor? ¿Chaqués llevará a cabo su plan de clonar a los elegidos y seguir sometiendo al mundo? ¿Debería el propio Montilla clonarse y hacer que clonasen a su amada?